Caminaba por sus calles cuando una chica me gritó al pasar: “¡Oye, no me dejes sola!”. Sonrío y me
topo con un vendedor de guayaba sentado al lado del trasero inmenso de
la gorda exhibicionista de Botero. Le digo que buen lugar escogió y me responde que él no está allí por casualidad, porque
“eso” huele a guayaba, y así le provoca a la gente.
Y si de provocaciones se trata, son incontables las parejas de
todo tipo besándose sobre las murallas, en plena oscuridad, iluminados sólo por
la historia, alrededor también te topas con grupos de negros bailando cual poseídos por el
mal de san vito, pero que obviamente (con esos cuerpos) están benditos cual San
Benito.
Al bajar de la muralla, escuché a un vendedor de arepas que
también era poeta, recitaba: “Mami, traiga a todos sus pelaos con hambre pa’ que
arrasen acá”. A mí me dijo: “Mijo, con esos ojos pelaos se ve a leguas que
tienes hambre, venga pa’ que se ayude”.
Ya con mi arepa en mano me encuentro con una carroza muy decorada
arrastrada por caballos que parecían contentos, como que en Cartagena
de Indias la esclavitud perpetua puede ser alegre. La alegría se transmite por
doquier, hasta los balcones lloran de la risa con tantos bikinis de colores
colgando, cuidado y no te cae uno en la cabeza. También lo comprueban unos
taxistas que confiesan que como no pueden creer lo bien que están, prefieren
vivir quejándose, ese lamento gozoso es la melodía que acompaña la eterna salsa
y el vallenato.
¿Cómo no estar bien? cuando estás rodeado de bicicletas y ventanales que
parecieran sacados de revista, de decorados con flores y adornos de todo tipo
modernos y antiguos. La verdad también es que cuando hay buen humor, todo parece más bonito. Un
letrero de un restaurante pone: “Acá vendemos carne asada, y gente cruda”.
Al pasar frente una iglesia, el guía del tour le dijo a su grupo que allí no
es recomendable casarse. Uno le preguntó: “¿Y eso por
qué?” – “¡Porque quien se casa allí lo hace para toda la vida!”.
Esta ciudad es disfrutable incluso si no tienes los bolsillos
llenos de dinero, basta con pasear por sus calles empedradas repletas de casas
hermosas y de esculturas (dedicadas a personas tan loables como el niño anónimo
y el escritor desconocido).
Así que, si tienes la más mínima oportunidad, no lo dudes…
visita Cartagena de Indias, una perla de Colombia para el mundo.
Por @danielduque21
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