Tuesday, October 31, 2017

El mate no es una bebida


Luego de años viviendo en Buenos Aires comprendí algunas cosas acerca de esta bebida. Mi historia con el mate fue cambiando de a poco, hoy lo que hago es extrañarlo. 

Recién llegado a la tierra porteña, me impresionaba lo de compartir la bombilla (especie de pitillo o pajita) con gente que incluso podía ser totalmente desconocida (llevabas su saliba a tu boca, como si nada); luego, me obsesioné pensando que en los países materos (incluyendo a Uruguay y Paraguay) lo que había era una gran fijación oral (soy hijo de Psicoanalista Freudiano) demostrada también por tanta adicción al pucho (cigarrillo), al alfajor... 

Luego, luego, comencé a tomar mate todos los días, al princpio he de reconocer que lo hice ayudado por el azúcar (soy dulcero), y así me gané que me dijeran unas cuantas veces:
- Che, Vene, ¿unos mates? (me llamaban Vene, diminituvo de Venezuela; y, Che, obvio...)

- Sí, pero con azúcar (respondía con vergüenza)
- Ah, ¡mate de nena! (me estampaban en mi cara los hdp)
Sin embargo, pronto comencé a prepararme mis mates por las tardes, en mi casa, y amargos (como si con la realidad no hubiera suficiente amargura). 
Así fui comprendiendo este ritual con sus características, entre ellas que tomar mate no debe hacerse apurado: sentarse a beberlo abre un espacio que da para mucho. 


También que quien ceba (sirve) debe estar pendiente del ritmo de la ceremonia, y esto hacerlo de manera relajada.... 
Una tarde divagando acerca del mate publiqué en Facebook:
"Un amigo venezolano probó el mate por primera vez, y le supo a agua de hoja de hallaca remojada".

De inmediato se desataron los comentarios:

“Será que ese mate taba pinchao con quinchoncho!”

“Habría que preguntarle si le dio cagueta”

“COMO SE VE QUE NO SABEN LO QUE ES UN MATE !!!!! EN ESTE MOMENTO ME VOY A PREPARAR UNOS MATECITOS CON CASCARITA DE NARANJA Y UNA CUCHARITA DE CAFÉ”

“Uff sí, en Argentina dicen que el mate es lo mejor para compartir, pero será para compartir lo malo!"

...
En eso pensé en este texto escrito por Hernán Casciari, autor argentino (de Mercedes) radicado hace años cerca de Barcelona, España, a quien tuve la oportunidad de conocer y entrevistar. Disfrútenlo, si es posible con un mate en mano.

El mate y un amor, por Hernán Casciari
"El mate no es una bebida. Bueno, sí. Es un líquido y entra por la boca.
Pero no es una bebida. En este país nadie toma mate porque tenga sed.
Es más bien una costumbre, como rascarse.
El mate es exactamente lo contrario que la televisión: te hace conversar si
estás con alguien, y te hace pensar cuando estás solo.
Cuando llega alguien a tu casa la primera frase es 'hola' y la segunda
'¿unos mates?'.
Esto pasa en todas las casas. En la de los ricos y en la de los pobres.
Pasa entre mujeres charlatanas y chismosas, y pasa entre hombres serios o inmaduros.
Pasa entre los viejos de un geriátrico y entre los adolescentes mientras estudian o se drogan.
Es lo único que comparten los padres y los hijos sin discutir ni echarse en cara.
Peronistas y radicales ceban mate sin preguntar.
En verano y en invierno.
Es lo único en lo que nos parecemos las víctimas y los verdugos; los buenos
y los malos.
Cuando tenés un hijo, le empezás a dar mate cuando te pide. Se lo das
tibiecito, con mucha azúcar, y se sienten grandes. Sentís un orgullo enorme
cuando un esquenuncito de tu sangre empieza a chupar mate. Se te sale el
corazón del cuerpo.
Después ellos, con los años, elegirán si tomarlo amargo, dulce, muy
caliente, tereré, con cáscara de naranja, con yuyos, con un chorrito de limón.
Cuando conocés a alguien por primera vez, te tomás unos mates. La gente
pregunta, cuando no hay confianza: '¿Dulce o amargo?'. El otro responde:
'Como lo tomés vos'.
Los teclados de Argentina tienen las letras llenas de yerba.
La yerba es lo único que hay siempre, en todas las casas. Siempre. Con inflación, con hambre, con militares, con democracia, con cualquiera de nuestras pestes y maldiciones eternas. Y si un día no hay yerba, un vecino tiene y te da. La yerba no se le niega a nadie.
Éste es el único país del mundo en donde la decisión de dejar de ser un chico y empezar a ser un hombre ocurre un día en particular. Nada de pantalones largos, circuncisión, universidad o vivir lejos de los padres. Acá empezamos a ser grandes el día que tenemos la necesidad de tomar por primera vez unos mates, solos. No es casualidad. No es porque sí. El día que un chico pone la pava al fuego y toma su primer mate sin que haya nadie en casa, en ese minuto, es que ha descubierto que tiene alma.
O está muerto de miedo, o está muerto de amor, o algo: pero no es un día cualquiera.
Ninguno de nosotros nos acordamos del día en que tomamos por primera vez un mate solo. Pero debe haber sido un día importante para cada uno. Por adentro hay revoluciones.
El sencillo mate es nada más y nada menos que una demostración de valores...
Es la solidaridad de bancar esos mates lavados porque la charla es buena.
La charla, no el mate.
Es el respeto por los tiempos para hablar y escuchar, vos hablás mientras el otro toma y es la sinceridad para decir: ¡Basta, cambiá la yerba!'.
Es el compañerismo hecho momento.
Es la sensibilidad al agua hirviendo.
Es el cariño para preguntar, estúpidamente, '¿está caliente, no?'.
Es la modestia de quien ceba el mejor mate.
Es la generosidad de dar hasta el final.
Es la hospitalidad de la invitación.
Es la justicia de uno por uno.
Es la obligación de decir 'gracias', al menos una vez al día.
Es la actitud ética, franca y leal de encontrarse sin mayores pretensiones que compartir."

(Entrevista que le hice a Casciari publicada en la Revista "Hecho en Buenos Aires")

2 comments:

JD said...

Yo lo probe hace poco, en mi primer viaje a BsAs, y me a cautivado, me compré mi bombilla y yerba para traer a casa, le compre unas bombillas de recuerdo a mis amigos, y a todos les contamos la experiencia!

Camilo E. Ortiz said...

Excelentes oraciones aparecen en este post. No es el mate, es la experiencia. Argentina querida, espero pronto volver a pisar tus calles, oir a tu gente y beber tu alma con sabor amargo e irrisistible... ¡un mate por el sur!